Joshua Oppenheimer reincide en su interesante musical distópico The end (Sección Oficial del Festival de San Sebastián 2024) en temas ya presentes en su magistral y terrorífico documental The act of killing, acerca de la impunidad legal, política, histórica y mental de los torturadores y genocidas de la dictadura militar del general Sugarto en Indonesia.
Ahora, Oppenheimer recupera su exploración de la deshumanizadora banalidad del mal, de la facilidad con que se enmudece una hipotética voz humanista de la conciencia, así como nuestra relación, justificatoria y confrontativa, con los relatos y las representaciones artísticas. Y todo ello con la familia como microcosmos social paralizante en el centro.
RUEDA DE PRENSA
En la rueda de prensa, decía Oppenheimer, con un discurso excelentemente articulado, que:
"Creo que vivimos en una sociedad, en una economía, que nos dice que debemos ser codiciosos. Se nos dice que un buen agente en una economía capitalista es aquel que intenta maximizar su propio beneficio. Y la cuna del individuo codicioso racionalmente interesado en sí mismo es la familia nuclear y se nos dice que debemos encontrar allí todo nuestro significado. Y cuando ponemos todas nuestras esperanzas en una noción de familia que se define mediante la exclusión del resto de la familia humana, y, de la misma manera, cuando nos definimos a nosotros mismos a través de nuestras naciones excluyendo a personas de otros países a quienes conscientemente empobrecemos y al mismo tiempo depender, nos colocamos voluntariamente y habitualmente todos los días en un búnker como el búnker de la familia”.
traducción libre de: “I think we live in a society, in an economy, that tell us we should be greedy. We are told that a good agent in a capitalist economy is one trying to maximize his own profit. And the cradle of the rationally self-interested greedy individual is the nuclear family and we´re told we should find all our meaning there. And when we place all our hopes on a notion of family that´s defined through exclusion of the rest of the human family, and, likewise, when we define ourselves through our nations to the exclusion of people in others across borders whom we knowingly inmiserate and at the same time depend on, we place ourselves willingly habitually each and every day in a bunker just like the family´s bunker.”
Y seguía: “Siento que The end es una meditación sobre la narración de historias, es una película sobre cómo creamos nuestros mundos, relaciones o valores a través de las historias que contamos. Lo que significa que ninguna historia es neutral, cada historia tiene un efecto. Mis películas tratan sobre cómo ocultamos el mundo a nosotros mismos, cómo nos ocultamos a nosotros mismos, cómo inventamos y nos aferramos a excusas para aliviar nuestros arrepentimientos. Y cómo de alguna manera logramos creer esas excusas. Es decir, se trata del autoengaño y de la capacidad exclusivamente humana de mentirnos a nosotros mismos”.
traducción libre de: “I feel that The end is a meditation on storytelling, it's a film about how we create our worlds, relationships or values through the stories we tell. Which means that no story is neutral, every story has an effect. My films are about how we obscure the world from ourselves, how we obscure ourselves from ourselves, how we make up and cling to excuses to ease our regrets. And how we somehow managed to believe those excuses. Which is to say, it´s about self-deception and the uniquely human ability to lie to ourselves.”
Preguntado sobre el recelo de ciertos autores a considerar “musicales” a sus largometrajes, respondía: “The end tiene que ser un musical. Si no fuera un musical, sería una historia de ciencia ficción sombría y aterradora sobre una familia atrapada en un búnker que intenta sobrevivir sola después del fin del mundo. El hecho de que sea un musical es lo que la convierte en una película sobre el engaño y la negación”.
traducción libre de: “The end has to be a musical. If it were not a musical it would be a bleak and scary science fiction story about a family trapped in a bunker trying to survive alone after the world has ended. The fact that it´s a musical is what makes it a film about delusion and denial.”
Y es que las canciones de los personajes sirven para autoconvencerse de la necesidad y grandeza de sus crímenes y de su aislamiento, pero también para desvelar un reprimido impulso solidario y una fascinación por lo extraño. George MacKay, Michael Shannon y Tilda Swinton fuerzan sus cuerdas vocales en teatrales momentos musicales donde se mueven por un cuidado diseño de producción plagado de saturantes obras de arte.
Pero ni siquiera la precisión y complejidad de los planos secuencia en que están rodadas los hacen inmersivos o espectaculares. Y quizás de eso se trate. De generar en el espectador una comprensión desde la distancia, que incite a la autocrítica. Pero la cansina repetición de los mismos conflictos en bucle durante 2 horas y media y lo aséptico de la propuesta, acaban por convertir The end en un soporífero experimento fallido, que palidece aún más al compararlo con la reciente y brillante The zone of interest.
Kommentare