Cadena: HBO Creadores: Damon Lindelof y Tom Perrotta Temporada: 3
A los que han leído mi Facebook este año, no les caerá de sorpresa. Esta serie se la debo a Fulvio Quintana y a Virginia Riquelme, a quienes nunca dejaré de estarles agradecidos. Contrario a mi número dos, esta serie fue, para mí, un sufrimiento constante. ¿Y por qué la pongo de uno si te hace sufrir? Porque a veces sufrir por una ficción es necesario. Y si no sufrías, es porque no estabas conectado con ella, y si no lo estabas, entonces simplemente no te gustaba. Suena complejo, es probable que sea el peor vendedor de la serie, pero para disfrutar "The Leftovers" tienes que ser parte de ella.
Es compleja. Me cuesta recomendarlo por qué nunca supe a quién iba dirigida, ni si iba a gustarle a la gente de mi entorno. Su segunda temporada fue un fiasco casi masoquista, y vi la tercera porque era la última. Así de claro. Y resulta que en esa última jugaron todas las cartas buenas. Cerraron sus historias, profundizaron en estos conflictos humanos, buscando la forma más alegórica de explicarnos el fenómeno de la "ascensión", esa desaparición del 2 % de la población mundial que cambió el rumbo en la vida de estos personajes.
Una serie que habla de la soledad, del amor, de la entrega, de lo que uno es capaz de entregar, del encuentro con uno mismo y de la fe. La fe al hombre, al otro, a quienes somos. Es tantas cosas que no sé cómo detenerme en el detalle. Y cada episodio de la temporada final es como una parábola en cada uno de sus personajes, es un viaje complejo, un reto. Se trata de una lucha contra la desesperanza gigante que dejó esta desaparición de los hombres.
No se trata de entender a Kevin (Justin Theroux), ni de verlo como el mesías. Ni de sufrir con Laurie (Amy Brenneman); sino de desvivirse por la lucha y la búsqueda interminable de Nora Durst, uno de los personajes más complejos, interpretado magistralmente por Carrie Coon (a quien la Academia ignora, porque brilló tanto aquí como lo hace en "Fargo"). Nora es la esperanza, siempre altiva, dispuesta.
Luego está la edición, la dirección, la fotografía, la música, lo surrealista de su penúltimo capítulo, el vértigo de la pérdida en el 80 % de su episodio final, en donde el espectador no sabe dónde se encuentra, pero que cierra con una escena brillante. Donde solo el guión y las dos actuaciones de sus protagonistas, son capaces de concluir el dilema de esta historia. No necesitamos una investigación científica o lógica cuando se trata de los temas de la fe. Es sorpresivo, generoso y definitivo. Cada episodio de esta tercera temporada, para mí, fue una experiencia única. En cada uno me enfrenté a reflexiones y emociones complejas que no me hacían huir, sino que como ellos, quería mantenerme hasta el último momento. Si yo no había desaparecido, necesitaba entenderme en ese mundo, como ellos pasaron sus vidas haciéndolo.
Un final brillante.
Lástima que no exaltaran sus logros como se lo merecía.
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