Vacaciones en Mendoza
Conocí La Saga de los Confines en el año 2009, en unas vacaciones en Mendoza, provincia de Argentina donde la cordillera de los Andes comienza a asomarse. Compré los tres libros que conforman la saga: Los días del Venado, Los días de la Sombra y Los días del Fuego, obedeciendo a la constante recomendación que me hacían mis amigos lectores. Tiempo después, me enteré que en Mendoza, zona bañada de ríos caudalosos y serpenteantes, con sus hermosos valles y quebradas, casualmente era el mismo lugar en el que su autora, Liliana Bodoc, escribió el primer libro de la saga. Adentrarme a los Confines fue una experiencia provocadora, empecé a soñar con los Lulus, a imaginar los Animales con Cabellera, a oler los panes de Kush. El universo de las Tierras Fértiles cobraba una nueva fuerza en mi cabeza, gracias a la influencia de los atardeceres Mendocinos. Llegaban tantas imágenes que necesité ilustrar torpemente en un cuaderno de bocetos que tenía: algunos Llamellos, Un Sideresio, Nanahuatli sin su trenza…
Involucrado con la saga, regresé de mis vacaciones buscando en la web la interpretación que otros artistas hacían de este imaginario de los Confines. Para mi sorpresa, nadie se había dedicado a darle trazo a esos paisajes y personajes. No tardé en decidir que mi tiempo libre estaría dedicado a ilustrar esta fantasía épica en mi cuaderno de bocetos.
Kupuka
Las primeras ilustraciones que realicé fueron de los Animales con Cabellera, pasando luego por Dulkancellin y Kush. Ninguno terminaba de convencerme. Sentía que mis imágenes no reflejaban completamente la profundidad de la obra de la autora. Hasta que, meses después, apareció Kupuka y sucedió algo distinto. Estaba caminando por la calle cuando me topé con una fotografía de un indigente, y me sorprendió que su rostro estuviera completamente curtido, surcado por arrugas. Era como si toda su vida estuviese escrita en su piel. Esos surcos fueron el camino para que Kupuka apareciera. El énfasis en su mirada, con tanto amor y sufrimiento en su historia, debía reflejarse de alguna manera a través de sus ojos. Sin embargo, fue una cita del capítulo La cabra y su leyenda en el tercer libro de la saga, Los días del Fuego, en donde terminé de encontrar las razones para concretar el alma de esa imagen: “Tanto envejecer y tanto amar, para que llegue este día en que no sé como ampararlos.” (Bodoc 2000: 274)
Al culminar la ilustración, también lo vi a los ojos y sentí como Kupuka se había hecho presente. La historia y amparo de sus ojos me apoyaron en la imperiosa necesidad de contactar a Liliana Bodoc. Necesitaba saber si mi Kupuka era su Kupuka.
La autora
No fue fácil. Contacté a mucha gente, rogué, y envié incontables correos electrónicos. Al día siguiente, descubro una invaluable sorpresa: Liliana Bodoc había dejado en mi blog, un mensaje justo debajo de la imagen de Kupuka. El mensaje decía lo siguiente:
Encontré en tus ilustraciones las imágenes que tuve presentes mientras escribía la saga. Kupuka, Dulkancellin y Vieja Kush recibieron no solo sus rasgos sino también sus almas. Gracias.
Sumado a este detalle, me escribió un correo con mucha gratitud y sencillez. Fue así como, abusando un poco de su confianza, le propuse seguir creando más imágenes de la Saga si ella me daba su consentimiento y su guía. No solo accedió, sino que a partir del primer encuentro que tuvimos nació este proyecto que tenemos en conjunto llamado El Arte de los Confines. Liliana escribe y comparte algunos textos en torno a la Saga, y yo trato de ir ilustrando algunos personajes y paisajes para subirlos a un blog. No nos hemos exigido alcanzar ningún objetivo ni ponernos compromisos. Cada uno respeta el tiempo del otro, y solo nos impulsamos ante el amor a esta historia.
Ilustrando los Confines
Los procesos para generar las ilustraciones nunca son iguales: para algunas imágenes hemos deliberado mucho a través de varios correos; otras veces simplemente ilustro y luego le mando las imágenes. Una humilde Liliana nunca ha retrucado nada y deja que yo trabaje libremente, aún sabiendo que es autora de la obra. Siento como ilustrador la importancia de trabajar codo con codo con el autor de la historia. Es un sueño conjunto.
Uno de los ejemplos, estuvo en darle forma al tablero forma al tablero del Yocoy, el juego de estrategia de Los Señores del Sol cuyo reglamento aparece en el último libro de la Saga. Realmente fue uno de los asuntos que ambos apenas discutimos. Ella tenía alguna idea para el tablero en forma de cruz, en donde cada una de sus salientes estuviesen conectadas por brazos o puentes. Ambos estuvimos de acuerdo en que tuviera forma circular. Luego pensamos que el juego tuviese varios niveles o escalones, de manera de poder situar en el medio del tablero y en lo alto, lo que sería el “trono” a conquistar por los contrincantes. También llegamos a discutir acerca de las distintas piezas del juego y de su forma, ya que algunas de ellas debían poder permitir ocultar en su interior una suerte de “traición”. Aunque sobre este último punto no se realizó todavía ninguna imagen que refleje estas conclusiones.
Por otro lado, hubo algunas divergencias en cuanto a las características del personaje Drimus, a quien imaginé como monstruoso y deforme: Liliana entonces me compartió unos textos inéditos sobre la niñez del personaje que permitían identificarlo como alguien mucho más humano de lo que mi imaginario había construido.
Otras imágenes en pugna fueron las representaciones de los Lulus. Liliana tenía algunas ideas físicas concretas sobre estos pequeños seres, así que investigamos junto a amigos paleontólogos sobre ciertos marsupiales extintos en esta región del mundo. Nos encontramos con la sorpresa de que existieron criaturas con rasgos muy cercanos a nuestros Lulus, unos marsupiales extintos de América del Sur. En casualidades como esas, se afianzaba lo increíble en la obra de Liliana: los Husihuilkes y los pueblos originarios de la Patagonia; las referencias a la isla de Pascua; el pueblo de los Bóreos y sus semejanzas con las incursiones de los Vikingos en América antes de la conquista; la repentina desaparición del pueblo Maya reflejada en la historia de Beleram; entre muchas otras referencias que suponían un desafío constante para mi trabajo como ilustrador. Debí estudiar a fondo referencias históricas de la cultura precolombina, para trabajar con una estética que concordara con los textos.
La respuesta de varios lectores me sorprendió gratamente. Muchos asumen que las ilustraciones captan fielmente el espíritu de los personajes y paisajes narrados en los libros, y se debe al resultado del exhaustivo análisis que debo realizar antes de enfrentar cada nueva imagen. Esto permite que el resultado sea bastante coherente. Por supuesto que las ilustraciones que realizo son tan solo una de las tantas visiones que puede tener el imaginario de los libros; jamás podría decir que son unívocas ni definitivas. Ni siquiera para las visiones que pueda llegar a tener en un futuro al revisitar las ilustraciones que ya realicé. ¡Creo que cualquier que intente esto estaría quitándole al género fantástico su mayor riqueza!
Finalmente, el trabajo constante que realicé junto a, mi ahora amiga, Liliana Bodoc, se consolidó al concretar mi participación en el universo de los Confines. Ser no solo la imagen de las tapas de las nuevas ediciones de los libros tanto en el mercado hispano, como sus traducciones en italiano y polaco, sino también, las ilustraciones que acompañan el interior del último libro Relatos de los Confines-Oficios de Búhos, son un inesperado cierre de ese viaje a Mendoza donde conocí la vitalidad de esta historia.
Cucub ausente
Cada ilustración tiene un 80% de trabajo de análisis, de pensar, investigar, volver a leer una y otra vez. El otro 20% es exclusivamente ilustrar y plasmar lo que voy amasando durante tanto tiempo. Mucho de este proceso metodológico se lo debo a mi formación de diseñador. A veces pienso que en este proyecto tengo mucho más de diseñador, en cuanto a la búsqueda conceptual, que de artista en sí. Asumo también que en el ensayo, tengo muchos bocetos e ilustraciones para la Saga que nunca concluí porque no creía muy coherentes con los libros, ya sea porque me había apresurado en hacerlas o porque no había sido consecuente con lo que había analizado. Quizás por esa razón, algunos personajes que podría haber ilustrado ya, aún no han aparecido, como es el caso de Cucub, a quien todavía debo buscar y amasar un poco más para que venga a hacerse presente. Igual no tengo apuro, seguiré ilustrando de a poco esta inagotable Saga, y creo que me llevará toda mi vida. Cucub vendrá cuando él crea necesario hacerse presente.
Obras consultadas
Bodoc, Liliana. (2000) Los días del fuego. Bogotá: Norma.
***Imágenes usadas en este artículo: 1. Ilustración de Nakin realizada por el ilustrador argentino Gonzalo Kenny para El arte de los Confines 2. Ilustración para Los días del venado ilustrado por Gonzalo Kenny y editada por Suma. 3. Fotografía anónima. 4. Ilustración de Kupuka realizada por Gonzalo Kenny para El arte de los Confines.
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