
Con 24 años, el historietista Bastien Vivès publicó "El gusto del cloro", por el que recibiría en 2009 el Premio revelación del Festival de Angulema en Francia. Siempre me ha dado curiosidad explorar las estrategias creativas de los jóvenes, independientemente de su época.
Esta novela gráfica cuenta algunas pocas semanas (resumidas realmente en horas) de un joven con problemas de espalda que va, por recomendación de su masajista, a la piscina del centro deportivo de su zona. Las clases de natación, a modo autodidacta, sirven para que este joven socialice con otra chica nadadora.
No hay nada trascendente en la historia, recoge apenas algunos encuentros esporádicos de estos dos personajes sin nombre. Ilustrada con tal nivel de detalle que quien lee siente el sabor a cloro, el color del agua en la piscina, es habitar un nado constante. Nos enamoramos de esta chica en las preguntas al azar, en los gestos bajo el agua, en aquella historia que como su narrador, nos inventamos a base del roce. Es un lugar para la esperanza, la renovación, el interés del encuentro.
Disfruto mucho de su valor efímero. Del carácter inquieto de su búsqueda en la piscina. No hay más que el día a día y sus pequeños gestos sorpresa. De eso va el mundo y a veces no hay más que eso.
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