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Foto del escritorRamón Barreto

Adolfo Córdova

Actualizado: 3 sept 2021


Me siento en la primera mesa que encuentro y no puedo dejar de bajar la mirada del cielo raso. Este antiguo cine de los 40’s debe tener una buena cantidad de historias desconocidas, historias puestas a un lado, las no contadas.

Aterrizo la mirada y él ya estaba ahí, unas mesas más allá, muy acompañado y muy metido en la conversación (evidentemente de libros). Asumo que lo reconocieron y se sentaron a hablarle. Más tarde me entero que encontró una primera edición del entrañable Cuentos mexicanos para niños (1945) de Pascuala Corona, ilustrada por ella misma. Es su nuevo tesoro y lo presume a sus amigos.

Yo mientras, repaso el cuestionario. Me pone nervioso entrevistar a este veracruzano, formado en Puebla, que lleva bastante tiempo en la Ciudad narrando y mediando entre la literatura desde su blog Linternas y bosques. Alguien que de seguro vive preguntándose cosas siempre.

Tacho otra pregunta para dejarla al final y sin aviso se acerca a mi mesa una melena muy cuidada, la boca muy franca seguida de una voz muy tranquila que empieza a responder o a narrar, yo ya no pude diferenciarlo:

I La primera página

¿Cuál fue el primer libro, o quizá el primer punto de contacto?

Hay muchos libros que nos marcan, hay diferentes niveles y etapas. Antes que un libro, serían los arrullos e historias que me contaban en casa. Soy de Veracruz, del puerto, una ciudad que ha cambiado. Pero incluso en ambientes en donde no hay cultura de libros, sí hay historias y son muchas.

Mi abuela y mi madre me cantaban mucho, eran canciones épicas, muy largas. Mi abuela me hablaba de la historia de dos patos que volaban hacia un tule, y detrás de este árbol ya no se sabía qué había. Ahí terminaba la historia, pero… ¿quién sabe lo que pasaba luego? Yo me quedaba siempre con la intriga y mi abuela jugaba mucho con eso.

Con el pasar de los años y con cierta picardía me decía “que lo que ocurría detrás de los tules no se le podía contar a un niño” (risas). Pero en ese estado germinal entre la historia y nuestra vida, la literatura tiene más que ver con el asombro que entra por la escucha. Así también (había) una que me cantaba mi madre de un niño muy chico, casi como pulgarcito que quería crecer… Me fascinaba todo lo que no contaba la canción, lo que no entendía del todo y me dejaba perplejo.

¿Y quién era el lector en casa?

Mi abuelo, recuerdo que recitaba de memoria Margarita de Rubén Darío. Un día mi abuelo, estando en Veracruz, le regaló a mi hermano una enciclopedia como de ocho tomos y yo no recibí nada. Sentí “feíto”, pero sin berrinches me fui al patio. Allí cerca de un árbol de mango me puse a contar hormigas y de la nada vi un libro, era mi abuelo extendiéndome uno de los tomos, él había entendido que yo quería crecer también con los libros y vincularme con él a través de ellos. Ahí me quedó claro que cuando empezamos a leer no lo hacemos necesariamente por la historia, leemos para estar con el otro. Ahora me gusta a mi tenderle un libro a alguien para conectar.

II El Secundario como principal

En su carrera como escritor y mediador siempre ha sido importante mantener un contacto directo con los lectores, con sus lectores, los niños. Desde su blog ha logrado unir el periodismo, la mediación y la escritura. Quizá tenga que ver con ser el niño que no se conformaba con un “porque sí” como respuesta.

Él mismo comenta que vive en una constante tensión entre colocarse en el centro y la periferia de las cosas. ¿Es acaso estar sin realmente figurar? Según él, desde afuera la mirada le permite ver la amplitud lo que es necesario describir.

¿Por qué primero periodista?

Creo que tiene que ver con que me gusta la figura del “secundario”, mi vocación por las preguntas.

Pero tus historias, ¿van hacia el secundario o más bien a tus dudas, las dudas que traes desde que eras niño?

El camino de las preguntas es como el de la hidra, respondes una y surgen dos más. Esto es muy bonito, como la historia sin fin. El preguntarte qué va a pasar, hace que quieras seguir con una historia. Mucho de lo que escribo y cómo lo escribo tiene que ver con escuchar las voces que no han sido escuchadas. Ver en el doblez de los acontecimientos.

Busco mucho las entrelíneas de las cosas que me pasan. Es mi obsesión con conocer… Ver cómo las historias pequeñas y secundarias resuenan más que la centrales. El “secundario” permite un espacio noble para cualquier creador porque se mantiene viva la sorpresa. Yo alzo ese doblez.

¿Y quiénes son buen ejemplo de lectores?

Hay que adaptarse a los tiempos, a las lecturas híbridas. Los niños de hoy leen más que nunca, pero no lo hacen como siempre y tenemos que ver cómo esto suma a nuestra labor. El lector ideal es el que no se queda en la superficie, él mismo pone las pistas… Son aquellos que leen hasta las últimas consecuencias, buscando más allá del libro, conectan sus lecturas con sus vidas, con el chat, con la foto de perfil. Es ese que no tiene miedo de moverse entre un soporte y otro buscando conexiones. Retomando a Barthes, sería como ese lector que mata al autor encontrándole un propio sentido a todo.

¿Qué buscas al escribir?

Quizá detrás de todo esto estén las “ganas” de que la gente no pierda las ganas. Hacer un poco más amplia la escucha. Acompañar soledades, generar vínculos. La palabra adecuada es: reencuentro.

¿Y qué tanto han influido las bibliotecas? ¿Qué son las bibliotecas para ti?

Son una fuente de deseo. Vas y te quieres encontrar con las historias, explorar el lugar, los espacios de libreros, los pequeños caminos, el caos que también es como la serendipia, puedes encontrarte algo inesperado.

III La historia de hoy

¿Cómo es tu relación con la Ciudad de México?

Es una relación bonita. Me muevo en bici y no tengo que moverme grandes distancias. Antes tenía que ir de la (Biblioteca) Vasconcelos a la Roma, o a la Del Valle. Allí tengo un estudio, medio compartido, disfruto mucho la ciudad, visito los parques, voy a correr. Últimamente con más claridad siento que tenemos que salir de aquí. Hay una tensión entre lo mucho que me gusta, mis amigos, museos, librerías, la Cineteca; pero por otro lado es estresante.

¿Narras la ciudad? Sacas fragmentos de la ciudad para escribir

Tuve un vínculo con la ciudad y por narrarla, cuando trabajé en el Periódico Reforma, pero ahora mi vínculo no es una crónica urbana, tiene que ver más con los habitantes, especialmente con los niños y jóvenes de la ciudad. En mis textos no narro la ciudad, pero sí narro para ellos.

Voy todos los lunes a una escuela pública a leerle a niños de cuarto grado, es mi terapia semanal. Les leo en voz alta, platicamos, leemos cuentos, les pregunto, ellos son los interlocutores más importantes. Los “guardabosques” (grupo de lectores) son el consejo editorial del blog, y me reúno con ellos cada tanto o los consulto en línea, muy pronto volveremos a revisar el manifiesto “Soy joven, soy lector” para ver si se siguen identificando con lo que escribieron hace un tiempo.

¿Qué es lo que más disfrutas?

Leer y conversar con niños, andar en bici, ver una película con Mariela.

¿Y el futuro también lo ves como un personaje secundario?

Siento que está en algo periférico, regresando un poco más a la naturaleza y a formas más modestas, sin dejar de estar conectados. Veo un futuro hiperconectado, pero quizá más silencioso.

ilustración de @Amanda Mijangos & Armando Fonseca

detalle de portada del libro Jomshuck: niño y dios maíz (Castillo)

Conversaciones minúsculas

Una figura geométrica:

Triángulo.

Un color:

Verde-azul-mar.

Una obra de arte:

Cualquier coreografía de Pina Bausch.

Un libro que marcó tu adolescencia:

José Revueltas, Dormir en Tierras (1960)

Una película:

Pleno Verano de Tran Anh Hung (2000)

Una imagen a describir:

Tierra húmeda, muchos árboles, un poco de bruma y montañas detrás que repiten los árboles.

Una canción:

Un puño de tierra de Antonio Aguilar.

Qué querías ser de niño:

Escritor.


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