Cristina Müller tiene el encanto y la timidez de los niños, a pesar de ser más alta que muchos adultos. La sobriedad de sus palabras, a ratos, se tropieza con el encanto pícaro de alguna idea. Fue así como transcurrió esta entrevista, entre juegos y respuestas, revelándonos el universo creador de la poesía de imágenes. Su trabajo ha sido editado en Venezuela y España, y es conocida por sus ilustraciones en lo libros Desde mi ventana (Anaya, 2006) de Ana Tortosa; Palabras al viento (La Barca de la luna, 2007) de Pedro Okura; La noche es un tren (Anaya, 2008) de Alejandro Sandoval Ávila; Versos que el viento arrastra (El Jinete azul, 2010) de Karmelo Irribaren o Nilo y Zanzibar (Edelvives, 2006) de Javier García Sobrino, por el que fue merecedora del 1º Premio en el “I Concurso Internacional Álbum Infantil Biblioteca. Cabildo de Gran Canaria. También participó en el proyecto ‘play and learn with miffy’ de Butterfly Works, donde diseñó junto al ilustrador Yonel Hernández, y las escritoras Elvia Silveira y Reyva Franco, al primer amigo internacional bajo el legado del diseño de Dick Bruna: Yoyo, una pereza que contará con su libro de próxima edición como resultado de la experiencia intercultural que relacionó a Amsterdam y Caracas. Con esta hoja de vida a su favor, una humilde Cristina Müller nos reveló datos sobre su trabajo y experiencia.
¿Ilustrar para niños o para jóvenes? ¿Por qué?
Lo mismo me pregunto yo. La verdad es que la decisión profesional que tomé hace unos años fue la de ilustrar literatura infantil, pero hoy en día me planteo: ¿por qué ilustrar para niños y no sencillamente ilustrar literatura? Sinceramente la edad del destinatario es algo que no tengo presente al momento de ilustrar. Es cierto que cada edad tiene su encanto, sus intereses, sus ritmos… pero en verdad no me convence el planteamiento de que a una persona le guste esto o aquello solo porque tiene 5, 17 o 60 años. Creo más bien que lo que define a un ser humano son muchos otros factores, miles de factores, y sería reduccionista pensar sólo en su edad. Imagínense ilustrar sólo para niñas (¡puaj!). Hay adultos que nunca dejan de ser niños y pequeños seres humanos que viven mucho más experiencias e incluso más duras de las que algunos adultos jamás experimentarán.
Ilustrar poesía, suponemos, debe ser una tarea complicada. Sin embargo, en varios de los libros de poesía que has ilustrado (Vientos que el verso arrastra, La noche es un tren), logras que la imagen no solo acompañe a la palabra poética, sino que la reinvente. ¿Cómo haces para ilustrar poesía? ¿Existe alguna dinámica posible?
Bueno, primero, muchas gracias por tu apreciación y acercamiento al trabajo hecho. La imagen poética ha sido personalmente un gran descubrimiento, pues me siento muy libre al ilustrar poemas. Al final del libro La noche es un tren explico, de manera muy sencilla, parte del método utilizado. Se trata de un ejercicio de semiótica que hacíamos en la escuela, que consiste en encontrar dos o más signos visuales y cruzarlos, descontextualizarlos y finalmente generar un nuevo contenido con ellos. Similar al juego que hace el nombre de esta revista: Pez linterna. Tales signos deben estar vinculados de una u otra forma (entre sí y con el poema) y deben crear cierta extrañeza al ser relacionados porque mientras más distantes sean, más interesante será la relación. Sin embargo, no debe ser del todo absurdo el resultado para poder lograr comunicar algún mensaje, aunque el significado último es aquel que el lector le da.
¿Cristina Müller tiene una poética de la imagen?
Me parece que es muy pronto para decirlo pues (espero) aún me faltan muchos textos por ilustrar (sonrisa esperanzada).
Háblanos de tu adolescencia. ¿Cómo fue tu primer acercamiento a la ilustración?
Fui una niña muy tranquila y ahora creo que me faltó rebeldía, locura. Siempre tuve un gran sentido de responsabilidad y quizá eso no me ha dejado ser todo lo libre que me gustaría ser. Mi acercamiento a la ilustración fue intuitivo y nadie me dijo que no lo hiciera, porque de lo contrario seguramente habría obedecido. Así soy ilustradora.
¿Cómo te sentiste al ver tu primer libro editado?
Mi primer libro editado vino mucho después y para ser totalmente sincera, lo que sentí fue un gran alivio, porque lo viví como un proceso muy difícil en ese momento. Hoy en día siento -y me imagino seguiré sintiendo- una gran alegría cada vez que un libro llega a ser realidad (igual que cualquier otro escritor o ilustrador seguramente); y lo mejor de todo: me voy sintiendo muy poco a poco cada vez más adolescente.
Has logrado conseguir un discurso propio, basado en los íconos y formas que reestructuran la imagen que construyes. Haces de la combinación de los objetos una metáfora. ¿Cómo ha sido este camino? ¿Qué te condujo al minimalismo visual?
Un buen editor es quien te señala tu propio camino. Antonio Ventura es, en mi caso, quien me hizo ver por primera vez el carácter melancólico y el silencio que estaba contenido en las imágenes que creaba. Me señaló el poder evocador que tiene ese espacio y pude darme cuenta de que ese carácter incompleto es el que permite que el lector construya significados propios. Fue una lección de humildad, pues en verdad no hay que decirlo todo y ésa es una gran lección de la que estaré eternamente agradecida.
Tuviste la oportunidad de experimentar directamente con los Yukpa para ilustrar un libro con técnicas digitales, como también te embarcaste en la experiencia de Yo-Yo. ¿Te consideras una ilustradora de riesgo? ¿O es que experimentar es parte de tu arte?
Tengo la necesidad de aprender algo en cada proyecto, de crecer. Cada proyecto lo asumo como un reto y los que mencionas en particular me proporcionaron grandes aprendizajes. El mito indígena que ilustré representó una gran interrogante, pues en ese momento habría sido igual de bizarro ilustrar un cuento escandinavo o norkoreano, pues era muy poco (por no decir nada) lo que conocía a la cultura Yukpa. Gracias a que la editorial contaba con un presupuesto que permitía internarse unos días en esa comunidad, logré vincularme directamente con el tema. Siempre me queda la duda de si realmente una persona que ha crecido rodeada de códigos yukpas conecta con el imaginario planteado y le da significados profundos, más allá de los que yo pude prever como ilustradora de un texto dado, pues sigue siendo en cierta forma un lector desconocido para mí. El otro proyecto que nombras ha sido un regalo de la vida, porque desde hace muchos años he querido estar involucrada en un proyecto social con el que pueda aportar algo a la sociedad en la que nací y en la que me desarrollo. El reto en este caso fue el de trabajar en colectivo y desprenderse de la forma de trabajo personal para alcanzar un objetivo muy claro: desarrollar un personaje, bajo el legado gráfico de Dick Bruna, que será destinado a la primera infancia. Ojalá la gran mayoría de los niños de mi país, aquellos de menos oportunidades de lectura, tengan acceso a este material en un futuro cercano, para que crezcan con él y puedan sentir el cariño que le pusimos a yo-yo al momento de crearlo.
¿Qué piensas del graffiti? ¿Para ti es arte?
El graffiti es, sin duda alguna, un lenguaje artístico, urbano por excelencia. En ese sentido aprecio a aquellos que tienen un mensaje valioso que comunicar y que escogen este lenguaje como medio de expresión de su discurso, mientras que desprecio a los que sólo repiten su firmita aquí y allá, pues es una técnica que requiere de gran destreza y me parece talento perdido en el autofoco. Me encanta que uno pueda “leer” la ciudad, entonces mejor que sea interesante lo que uno pueda leer en ella, ¿cierto? En realidad sueño con ser graffitera, pero quizá algunos piensen que ya se me pasó la hora… ¿Ves lo que te contaba de mi adolescencia tardía? (mucha risa).
Los jóvenes admiran mucho tu estética. ¿Nunca te has preguntado por qué?
No, la verdad no lo sabía. Pero ahora que lo pienso… yo los admiro mucho a ellos y quizá sea por eso la conexión.
De poder ilustrar un clásico adolescente, ¿cuál te gustaría? ¿Por qué?
No me lo he planteado y quizá por ello pueda darte una respuesta que carezca de reflexión o que por desconocimiento deje fuera algo que me guste, pero mis lecturas favoritas de adolescente eran los cuentos de Cortázar y quizá eso es lo que me gustaría ilustrar, pues era lo que me apasionaba leer en esa época de mi vida. Su capacidad de jugar con las estructuras narrativas, los personajes, el placer por el lenguaje y las palabras. En la escuela de diseño ilustré un cuento de él que se llama “líneas de la mano” en formato de cómic. Me planteé hacerlo con pura narración visual, es decir, ilustrando literalmente cada palabra y omitiendo el texto. También entonces me gustaban mucho los cuentos eróticos, pero me parecen muy difícil de ilustrar. En ese caso mejor la imaginación, pues es más volátil, menos concreta que la imagen.
¿Cuáles son tus influencias? ¿Tienes ilustradores que te inspiren?
Muchos, pero creo que las influencias vienen de todas partes. Uno va coleccionando lo que resuena dentro, ya sea una frase, un paisaje, un recuerdo, venga del cine, sea la letra o la melodía de alguna canción o el rostro de alguien. Igual de los ilustradores te puedo nombrar a mis tres indispensables: Wolf Erlbruch, Kveta Pacoska e Isidro Ferrer. Cuando sea grande quiero ser tan libre como ellos.
¿Has pensado en escribir?
Me encantaría escribir, mucho, pero soy una cobarde.
¿Qué te inspira?
La vida, el arte. Me inspiro al ver otras creaciones. Me gusta pensar que la luz llama a la luz y la oscuridad llama a la oscuridad.
¿El futuro de Cristina Müller? ¿Vienen novedades?
Estamos trabajando en eso. Hay dos proyectos en construcción. (:-D)
Conversaciones minúsculas
¿Un cuadro?
La escultura de Duchamp con la rueda de bicicleta.
¿Poema o cuento?
Cuento: “La luz es como el agua” de Gabriel García Márquez.
¿Una película?
Air doll de Hirokazu Koreeda.
¿Un héroe de la adolescencia?
Bob Marley.
¿Una persona?
Frida Kahlo.
¿Qué querías ser de niña?
Como todos, quería ser grande.
¿Un color?
Los matices del blanco.
El mejor libro de Cristina Müller hasta ahora es…
Ta ta ta taaaan…
¿Un objeto?
Una libreta pequeña para anotarlo todo.
¿Una palabra?
Utopía.
***Imágenes usadas en esta entrevista: 1. Autoretrato ilustrado de Cristina Müller en la biografía de su portafolio virtual. 2. Fotografía cortesía de la ilustradora. 3. Ilustración del libro Palabras al viento (La Barca de la luna, 2007) de Pedro Okura.