top of page



En esta entrada iremos recogiendo impresiones alrededor de las películas que representan a América latina en el Festival internacional del cine de Xixón / Gijón (FICX) 2024.

Yo vi tres luces negras. Por Freddy Gonçalves


Nidia Gongora compone En los manglares, una canción de despedida de lo terrenal, cargada de misterio, superstición y sonidos del Pacífico colombiano. La canción, hermosa, invita también a la extraña sensación de iniciar un viaje místico/personal. Su música no sólo forma parte de la banda sonora de la película Yo vi tres luces negras, sino que sirve de hilo conductor en el recorrido que su protagonista, José, hace a través de la selva. Este protagonista, interpretado por el actor José María Mina (quien se apropia de la película), es un anciano sosegado, conocedor de ancestrales artes de la curación y de las artes funerarias no convencionales. En este recorrido hacia la muerte, José debe confrontar la incertidumbre, la incredulidad y la rabia. Porque de eso va la película, de su encuentro con la muerte y de todo lo que debe remover para llegar hasta ella.



Coproducida por Colombia, Francia, Alemania y México, el director colombiano Santiago Lozano Álvarez trae su segunda película después de Siembra en 2015. Toma como punto de partida las tradiciones alrededor de la muerte y la relación mística entre espíritu y naturaleza, José se encuentra al espíritu de su hijo muerto, para luego ser conducido ante paramilitares, antiguos maestros o explotadores de la minería ilegal. Su tránsito por los cauces, ríos y espesura, siempre están vinculados con la muerte. No sólo la propia sino la de otros, los que no tienen nombre y cuyos cadáveres se mantienen ocultos en la tierra de un pueblo sin justicia. Sin embargo, José es un sanador, sabe de cánticos, ritos, flores y hierbas; y aunque conviva con la rabia de saberse un instrumento divino, sigue ofreciendo su ayuda a quien lo solicite. Es este recorrido interno, el que realmente lo conduce a su propia despedida.



Juega muchísimo en su contra esa necesidad, a ratos forzada, de explorar diversos tópicos sociales sin renunciar al misticismo del personaje. Hacen que la película sea algo confusa y, a ratos, innecesariamente lenta. Esa sensación de rictus mortal se mantiene gracias al buen hacer de la fotografía de Juan Velásquez, así como la musicalización, no sólo con las canciones, sino con la lluvia, los ecos y animales de la selva.

publicado el 19/11/24




En su deambular por las calles de Bucarest, la profesora protagonista de Un polvo desafortunado o porno loco se topaba con una serie de carteles publicitarios que daban cuenta de la hipocresía imperante en la sociedad rumana. Tres años después de este largometraje, ganador del Oso de Oro en Berlín, el cineasta Radu Jude presenta en la magistral e hilarante Eight postcards from Utopia (Albar), un vertiginoso collage de anuncios que aparecieron en las televisiones rumanas desde la revolución de 1989 que dio fin al gobierno de Nicolae Ceausescu, hasta la crisis de 2008.


Codirigida con Christian Ferencz-Flatz -filósofo especializado en fenomenología, la Escuela de Frankfurt y teoría del cine-, la película se divide en 8 fragmentos con descriptivos títulos (“El dinero habla”, “La revolución tecnológica”, “Espejismos mágicos”, etc.), en los que, a través del audaz, irónico y mordaz montaje de Catalin Cristutiu, se reflexiona sobre cuestiones como la hiperbólica, irreal y exaltada representación de los cuerpos y las sensaciones en la publicidad. O sobre la incentivación comercial de relatos de normatividad, de determinados patrones conductuales según el género y la edad. O, muy especialmente, sobre la historia de Rumanía. Y es que, como apuntaba Radu Jude en la rueda de prensa (parafraseado), "Es cierto que hay algo que me interesa en reconstruir algo de la sociedad, o de la historia, utilizando no los materiales oficiales, sino estos materiales basura. Toda la película es una historia alternativa y fantasmagórica".


traducción libre de: “It's true that there is something that interests me in reconstructing something from the society, or from history, using not the official materials, but this garbage materials. The whole film is an alternative and phantasmagorical history”. 


Añadía más adelante que esta, en términos del director, carnavalesca comedia camp "tiene sentido estético y estructural, porque el primer capítulo es el más art brut, es solo un anuncio detrás de otro, y luego cambia la estrategia; el último es más forzado, es en el que tomamos los materiales y los transformamos en algo completamente… completamente distinto".


traducción libre de: “makes sense aesthetically and structurally, first of all because the first chapter is the most art brut, it´s just one advertising one after another, and then the strategy changes and the last one is the most forced, is the one when we take the materials and we transform them into something completely… completely else”.


La fragmentación de los anuncios (en algunos casos, repetidos de capítulos previos), sirve en las últimas partes para acentuar aspectos previamente desapercibidos. De esta manera, lejos de abrumarnos hasta la extenuación con su ritmo imparable, Jude y Ferencz-Flatz entrenan nuestra mirada para invitarnos a observar con reveladora atención todo aquel “garbage material” que nos rodea. Para, así, dejar de ser indefensos ante esas postales de consumibles utopías, que realmente están lejos de serlo.



Freddy aporta: Manuel me dijo: "ve a verla". Pude hacerlo. Una de las cualidades (pero también obstáculo) de la película, es su desinterés por dar explicaciones. Habita en la idea de cómo la publicidad es capaz de moldear la idea de una sociedad y lo demuestra usando sus propias herramientas. El espectador llega, se sienta, y se enfrenta a esta ristra de comerciales fragmentados en donde no sólo te venden productos, sino que hablan de una idea preconcebida de la sociedad rumana de la época. El hilo conductor está en esa estructura por bloques que proponen los directores. Es allí donde se basa el enriquecimiento de esta exploración mediática. Tratan de evidenciar la necesidad de transformación ideológica tras la caída del gobierno comunista durante la revolución de 1989. Estas pequeñas cápsulas, que eran un muestrario social del capitalismo como posible idea de liberación, aquí son expuestas en esta vertiginosa galería que demuestra como el consumismo exacerbado los condujo a la crisis del 2009. Tras la superficialidad, se propone un profundo e incómodo ejercicio de análisis político y desarrollo social.


En la sala en la que estuve, casi la mitad de los espectadores abandonaron sus butacas. Muchos de ellos, adultos mayores. Supongo que esa posible dualidad con las dinámicas contemporáneas del scrolleo de Tik Tok, los reels de Instagram o los mismos vídeos de YouTube, permiten que este ejercicio arbitrario sea más cercano (o menos extraño) a generaciones más jóvenes. Y allí está uno de los méritos de la película -¿ejercicio documental?-, que nos ubica en qué parte de nuestra cíclica historia humana estamos, y nos lleva a pensar en cuáles narrativas están construyendo nuestro imaginario social.



En anteriores ediciones del FICX conocí la obra del director y he disfrutado mucho su propuesta cinematográfica, eso me ayuda a entender que se trata de un exigente ejercicio de archivo que requiere a un público dispuesto a la sorpresa (y a mí me fascinan las capas discursivas). En Un polvo desafortunado o porno loco, nos hace un registro de estampas por la ciudad de Bucarest e incluso llega a ofrecer un glosario, para entender a la sociedad rumana antes de abordar el conflicto. O en No esperes demasiado del fin del mundo, por un lado recoge testimonios de seguridad laboral en modo documental, pero además lo alterna con la representación de una mujer taxista en una vieja película, de otra Bucarest en el tiempo. Siempre juega con sus estructuras. Ahora bien, si un público menos frecuente a este tipo de ejercicios visuales, no está en la disposición de confrontarse a la extrañeza, es lógico que se marchen de la sala. No todos se someten a 71 minutos de publicidad.


Rescato, ante todo, el bloque de la poesía. La forma en cómo ambos directores recogen insólitos fragmentos de la publicidad. Encuentran frases sin sentido, rimas inesperadas, metáforas insólitas... y construyen una divertida línea discursiva que expone lo ridícula y absurda que puede llegar a ser la publicidad por venderte un seguro o un jabón.







Salvajes Por Manuel Hevia Carballido

Comienzo en el Teatro de la Laboral la 62ª Edición del Festival Internacional de Cine de Xixón. Allí veo Salvajes (Enfants terribles), el nuevo largometraje de animación stop-motion de Claude Barras, quien ocho años antes nos encandiló con la memorable y emocionante La vida de calabacín. Demostrando una confianza férrea en el poder de las imágenes para incitar la movilización social y política, Barras presenta ahora un sencillo pero efectivo cuento ecologista con una vocación pedagógica indudable.  


Invirtiendo El libro de la selva, especialmente a la hora de abordar el tema de la herencia y la(s) familia(s) escogida(s), Salvajes vincula el coming of age individual con el despertar de la conciencia social. Y al hacerlo cuestiona nociones como la de lo salvaje, invitándonos a desmantelar nuestros prejuicios y a atender a esas cosmovisiones despreciadas e ignoradas bajo una idea de progreso civilizatorio que nos aboca a la destrucción.



Sí, la ausencia de Céline Sciamma en la elaboración del guión es notable (la directora de Retrato de una mujer en llamas escribió La vida de calabacín), fundamentalmente en la construcción de los personajes, ahora más abocetados. Pero el apartado visual está a la altura. Con una sensibilidad medioambiental cercana a Miyazaki, a la par que un cuidado trabajo fotográfico de la luz y las sombras, Barras construye un bello y táctil entorno natural (la selva de Borneo), que resulta irreemplazable. Tanto, que las amenazas de destrucción invitan a una resistencia ya imposible de eludir.


publicado el 16/11/24


¡Gloria! Por Manuel Hevia Carballido



El festival se inauguró con ¡Gloria! (Albar), primera película de la actriz y cantautora italiana Margherita Vicario. Un obvio y repetitivo ejercicio de historia-ficción feminista que reivindica a las compositoras olvidadas, imaginando de forma juguetona las piezas que podrían haber creado un grupo de instrumentistas del orfanato y conservatorio de Sant Ignazio. 



Vicario mezcla, a la manera de Sofia Coppola en María Antonieta, la recreación y contextualización histórica más típica, pobre y forzada, con un loable trabajo del anacronismo musical (las jóvenes pasan de la improvisación jazzística, al tema pop, la jam poética y la ópera rock). Pero incluso este último aspecto chirría en un montage videoclipero y una mezcla sonora poco inmersiva, donde las capas diegéticas y extradiegéticas se confunden hasta que queda la sensación de estar viendo un playback muy poco creíble. Uno echa de menos inauguraciones como La favorita o C´mon C´mon


publicado el 16/11/24


Eight postcards from Utopia. Por Manuel Hevia Carballido y Freddy Gonçalves

En su deambular por las calles de Bucarest, la profesora protagonista de Un polvo desafortunado o porno loco se topaba con una serie de carteles publicitarios que daban cuenta de la hipocresía imperante en la sociedad rumana. Tres años después de este largometraje, ganador del Oso de Oro en Berlín, el cineasta Radu Jude presenta en la magistral e hilarante Eight postcards from Utopia (Albar), un vertiginoso collage de anuncios que aparecieron en las televisiones rumanas desde la revolución de 1989 que dio fin al gobierno de Nicolae Ceausescu, hasta la crisis de 2008.



Codirigida con Christian Ferencz-Flatz -filósofo especializado en fenomenología, la Escuela de Frankfurt y teoría del cine-, la película se divide en 8 fragmentos con descriptivos títulos (“El dinero habla”, “La revolución tecnológica”, “Espejismos mágicos”, etc.), en los que, a través del audaz, irónico y mordaz montaje de Catalin Cristutiu, se reflexiona sobre cuestiones como la hiperbólica, irreal y exaltada representación de los cuerpos y las sensaciones en la publicidad. O sobre la incentivación comercial de relatos de normatividad, de determinados patrones conductuales según el género y la edad. O, muy especialmente, sobre la historia de Rumanía. Y es que, como apuntaba Radu Jude en la rueda de prensa (parafraseado), "Es cierto que hay algo que me interesa en reconstruir algo de la sociedad, o de la historia, utilizando no los materiales oficiales, sino estos materiales basura. Toda la película es una historia alternativa y fantasmagórica".


traducción libre de: “It's true that there is something that interests me in reconstructing something from the society, or from history, using not the official materials, but this garbage materials. The whole film is an alternative and phantasmagorical history”. 



Añadía más adelante que esta, en términos del director, carnavalesca comedia camp "tiene sentido estético y estructural, porque el primer capítulo es el más art brut, es solo un anuncio detrás de otro, y luego cambia la estrategia; el último es más forzado, es en el que tomamos los materiales y los transformamos en algo completamente… completamente distinto".


traducción libre de: “makes sense aesthetically and structurally, first of all because the first chapter is the most art brut, it´s just one advertising one after another, and then the strategy changes and the last one is the most forced, is the one when we take the materials and we transform them into something completely… completely else”.


La fragmentación de los anuncios (en algunos casos, repetidos de capítulos previos), sirve en las últimas partes para acentuar aspectos previamente desapercibidos. De esta manera, lejos de abrumarnos hasta la extenuación con su ritmo imparable, Jude y Ferencz-Flatz entrenan nuestra mirada para invitarnos a observar con reveladora atención todo aquel “garbage material” que nos rodea. Para, así, dejar de ser indefensos ante esas postales de consumibles utopías, que realmente están lejos de serlo.


publicado el 18/11/24


Freddy aporta: Manuel me dijo: "ve a verla". Pude hacerlo. Una de las cualidades (pero también obstáculo) de la película, es su desinterés por dar explicaciones. Habita en la idea de cómo la publicidad es capaz de moldear la idea de una sociedad y lo demuestra usando sus propias herramientas. El espectador llega, se sienta, y se enfrenta a esta ristra de comerciales fragmentados en donde no sólo te venden productos, sino que hablan de una idea preconcebida de la sociedad rumana de la época. El hilo conductor está en esa estructura por bloques que proponen los directores. Es allí donde se basa el enriquecimiento de esta exploración mediática. Tratan de evidenciar la necesidad de transformación ideológica tras la caída del gobierno comunista durante la revolución de 1989. Estas pequeñas cápsulas, que eran un muestrario social del capitalismo como posible idea de liberación, aquí son expuestas en esta vertiginosa galería que demuestra como el consumismo exacerbado los condujo a la crisis del 2009. Tras la superficialidad, se propone un profundo e incómodo ejercicio de análisis político y desarrollo social.


En la sala en la que estuve, casi la mitad de los espectadores abandonaron sus butacas. Muchos de ellos, adultos mayores. Supongo que esa posible dualidad con las dinámicas contemporáneas del scrolleo de Tik Tok, los reels de Instagram o los mismos vídeos de YouTube, permiten que este ejercicio arbitrario sea más cercano (o menos extraño) a generaciones más jóvenes. Y allí está uno de los méritos de la película -¿ejercicio documental?-, que nos ubica en qué parte de nuestra cíclica historia humana estamos, y nos lleva a pensar en cuáles narrativas están construyendo nuestro imaginario social.


En anteriores ediciones del FICX conocí la obra del director y he disfrutado mucho su propuesta cinematográfica, eso me ayuda a entender que se trata de un exigente ejercicio de archivo que requiere a un público dispuesto a la sorpresa (y a mí me fascinan las capas discursivas). En Un polvo desafortunado o porno loco, nos hace un registro de estampas por la ciudad de Bucarest e incluso llega a ofrecer un glosario, para entender a la sociedad rumana antes de abordar el conflicto. O en No esperes demasiado del fin del mundo, por un lado recoge testimonios de seguridad laboral en modo documental, pero además lo alterna con la representación de una mujer taxista en una vieja película, de otra Bucarest en el tiempo. Siempre juega con sus estructuras. Ahora bien, si un público menos frecuente a este tipo de ejercicios visuales, no está en la disposición de confrontarse a la extrañeza, es lógico que se marchen de la sala. No todos se someten a 71 minutos de publicidad.


Rescato, ante todo, el bloque de la poesía. La forma en cómo ambos directores recogen insólitos fragmentos de la publicidad. Encuentran frases sin sentido, rimas inesperadas, metáforas insólitas... y construyen una divertida línea discursiva que expone lo ridícula y absurda que puede llegar a ser la publicidad por venderte un seguro o un jabón.

publicado el 18/11/24


Good One

El equipo de programación del FICX ha decidido inaugurar su 62ª Edición con una reivindicación de las compositoras olvidadas de la historia como ¡Gloria! (Albar) y ha rescatado La luz que imaginamos (Esbilla) y Vermiglio (Esbilla) dos bellos y premiados retratos de la situación de la mujer en la Mumbai contemporánea y en una aldea italiana en 1944, respectivamente. Sin embargo, para mí, ha sido Good one (Albar) la propuesta feminista más contundente de cuantas he podido ver en el festival. 


El flamante debut de la cineasta norteamericana India Donaldson se presenta como una modesta, contemplativa y naturalista estampa de la cotidianidad de tres senderistas de camping en un paisaje natural que se antoja bucólico: las montañas de Catskill. Sam (Lily Collias) es la adolescente protagonista que acompaña a su padre divorciado (James Legros) y al atolondrado amigo de este (Danny McCarthy), que media en sus pequeñas trifulcas. Con calma, Donaldson nos desvela el carácter íntimo, las frustraciones y el pasado de cada personaje a través de sus acciones, su modo de relacionarse y las conversaciones que mantienen. 



Pero el punto de vista de la cinta hacia estos personajes, lejos de ser neutral, se corresponde a la mirada, comprensiva a la par que irónica, de Sam, una servicial, complaciente, amable y reprimida joven abocada a ser “the good one” (la buena), con la que empatizamos desde un primer momento en su distanciamiento con respecto a sus compañeros de viaje. Su mirada nos permite reírnos de las problemáticas conductas y aserciones de estos, sin demonizarles. Hasta que tales actitudes se conviertan en denunciables y evidentes síntomas de un patriarcado que aparece, despojado de ornamentos, en su mínima expresión, hasta en los lugares más aislados. La tensión se vuelve inevitable, así como la necesidad de desaprender la posición de obediencia siempre asumida. 



La película da cuenta del arco de personaje y de la evolución tonal con una precisión encomiable. Gran parte del mérito ha de residir en una sobresaliente Lily Collias, cuyo rostro, registrado en abundantes primeros planos, refleja sutiles variaciones en su percepción y sentir con respecto a lo que la rodea. A uno le queda la sensación de haberse entrometido en un íntimo e irreversible proceso de madurez, sin perder de vista el claro y muy bien trabado discurso del largometraje. Tan personal, tan político. 


publicado 20/11/24



MIS LIBROS

Conversaciones

Conversaciones

postalpezlinternasinlogo_edited.png

Cultura, libros, infancia y adolescencia

Diseñado en Wix

  • Blanco Icono de Instagram
  • Blanco Icono de YouTube
  • Blanco Icono de Spotify
  • Blanca Facebook Icono
  • Twitter Icono blanco
  • Tik Tok
bottom of page